Esta nueva entra de mi
blog está destinada a uno de los temas que nunca dejarán de ocupar un lugar
primordial en la educación: el fracaso escolar. Después de visualizar el vídeo “Un
pulso al fracaso”, emitido por RTVE, he llegado a una serie de conclusiones que
me permiten reflexionar acerca de las medidas llevadas a cabo por los expertos
para mejorar los procesos de enseñanza (correspondiéndose al artículo 91.1.1).
En primer lugar, si hay
algo que destacaría de este documental es el empeño de los orientadores,
pedagogos y psicólogos por dar a los alumnos que han sido considerados por sus
respectivos institutos como “fracasados” una oportunidad de crecimiento
personal. El ejemplo que aparecía en el vídeo era el de la Fundación Tomillo.
Por medio de este programa, aquellos alumnos en riesgo de exclusión social
contaban con el apoyo necesario para poder optar a un puesto de trabajo digno.
Algunas de las medidas más significativas estaban basadas en la comunicación
con el individuo y, fundamentalmente, en la comprensión de este. No se buscan
culpables y el principal objetivo consiste en sacar al máximo el potencial de
cada adolescente.
Estos centros, entre
los que se encuentran los de la fundación mencionada anteriormente, tienen como
valor esencial el desarrollo personal por encima de los conocimientos teóricos.
Así, los alumnos pasan a formar parte de la institución correspondiente. Los
castigos ayudan a afianzar la formación recibida y no importa tanto el aprender
cosas como el aprender a potenciar las capacidades de cada uno. De esta forma,
el alumno cuenta con un gran abanico de posibilidades para poder elegir la más
adecuada en función de sus gustos o habilidades, teniendo siempre muy en cuenta
el entorno que le rodea.
Por otra parte, es
interesante comentar la metodología de trabajo que han elegido estos centros.
Frente a la jerarquía imperante entre el profesor y el alumno presente en la
educación clásica, estas instituciones optan en numerosas ocasiones por romper
la línea entre ambos. Los alumnos ayudan a sus profesores en tareas que ellos
mismos dominan, algo que a su vez les permite sentirse útiles, valorados y
comprendidos. Además, las dinámicas, basadas en actividades lúdicas y en las
salidas fuera del aula, permiten a estos estudiantes divertirse mientras
aprenden valores como la amistad, el respeto o la cooperación (valores que a su
vez tendrán que cumplir para poder encontrar un trabajo deseado). Asimismo, las
prácticas que estos módulos ofrecen actúan como premio al esfuerzo realizado a
lo largo del curso y son, en cierto modo, la puerta al mundo laboral.
A mi juicio, este vídeo
recoge un mensaje muy importante: que nunca es tarde para dejar de soñar. Los
adolescentes que aparecían en escena habían sufrido experiencias traumáticas en
centros que no habían sabido comprender sus dificultades. El contacto con
expertos y con personas que les proporcionaron una nueva forma de afrontar el
fracaso los hizo recapacitar, motivarse y retomar las riendas de su vida. Siempre
se puede para volver a ilusionar a alguien que ha perdido totalmente la
esperanza, bien sea en el ámbito escolar o en la vida misma. Solo se necesitan
las medidas y las oportunidades adecuadas, teñidas de una pequeña dosis de
optimismo y confianza en el otro.